jueves, 11 de agosto de 2011

Creación: EL té real...

Érase una vez en el lejano oeste del desierto un rey en un río, de esos que se abrigaba para escuchar una sinfonía de Beethoven.

Un día lluvioso de verano quizo tomar el té, pero para su mala fortuna no encontró la cuchara del té. 

Fue a buscar el servicio a un bosque encantado lleno de Umpalumpas que lo sguiaron por el camino de la mermelada, el río del pan y finalmente llegó a la tumba de la gran zanahoria y le pidió la cuchara sagrada del té, la gran zanahoria accedió, pero en cambio el rey del río debía bailar el Waka-Waka, acto seguido el rey los deslumbró con su movimiento y se fue al reino a tomar té. 

Al tiempo después cayó enfermo por leer la biblia y murió de amor por tener los zapatos desatados.

FIN.

lunes, 8 de agosto de 2011

Mundo de lo Absurdo


EL QUE VEÍA EN LA OBSCURIDAD
Aquel joven veía en la obscuridad porque le había mordido un gato, siendo niño, en el centro más nervioso del ser, en el codo.
Primero se creyó que aquello sería una ventaja para él; pero poco a poco fue volviéndose un misántropo.
Por ver en la obscuridad había visto antes de tiempo la verdad de la vida, la escena que la resume por entero.
Por ver en la obscuridad había visto a los seres a quienes tenía más respeto aprovecharse de la obscuridad.
Por ver en la obscuridad había visto en los túneles cómo las mujeres pálidas y de una hipocresía perfecta se dejaban coger la mano en la obscuridad, mientras los demás, desconfiando unos de otros, se echaban mano a la cartera.
Por ver en la obscuridad al entrar en los sótanos o en las profundas minas vio a los animales genuinos de la obscuridad con su cara más fea que la de nadie.
Por ver en la obscuridad vio su mismo gesto en el espejo, gesto mortal, que sin ver en la obscuridad no habría visto nunca y no le habría dejado tan desengañado.
Por ver en la obscuridad vio el gesto de hastío de las mujeres, hasta en las que dormían a su lado, y a las que no decía que veía en la obscuridad por no asustarlas.
Por ver en la obscuridad ha comprendido lo cochina que es la humanidad, que aprovecha la obscuridad para andarse en las narices.
Por ver en la obscuridad se tuvo que suicidar. (Disparates y otros caprichos 124-25)